Cerré los ojos y quería imaginarme cosas positivas. Pensé en mi
trabajo y en mi universidad, pero volvieron las pesadillas: una Capucha
negra sonriente ensangrentada por los orificios, levitando en un fondo
negro. Tenia el tamaño para un niño muy pequeño y esta vez
también había otro niño que estaba aterrorizado escapando de la calle,
adonde había visto a aquella mujer ensangrentada.
Los
abrí y estaba de noche en un local con algunos vecinos, tomando
cerveza. Había mucha bulla para mi gusto y música un poco detestable. Lo
que me tenia atraído, era como esa grotesca mezcla generaba una
felicidad falsa y superficial. Me gustaba observar a mis conocidos y
vecinos que trataban de ser mis amigos. Siempre había un chisme, una
historia o noticia que contaban con mucho detalle de lo que
realmente sucedía en aquella montaña de tierra, cemento, hierro y zinc.
Me
comentaron sobre las bandas de mi sector, sobre algunos que se creen
justicieros, sobre algunos policías y sobre aquel que disparo a aquella
mujer de mis pesadillas: Yo lo conocía, estudió conmigo. Yo seguí
estudiando y el tomo el camino de sus amigos de camisas holgadas, lentes
de colores y gorras sin sentido. Mis vecinos también
se contaban chismes entre ellos y todos me demandaban una opinión sobre
el otro a lo que me limitaba responder muy sencillo y ambiguamente. Noté
que hablaban a mis espaldas, pero no le dí mucha importancia.
Uno
de los que me hablaba mucho era un chico que trabajaba en mi negocio.
La otra chica que también platicaba a menudo conmigo, era madre de 5
hijos y planeaba tener unos cuanto más. Era como una cerda con muchos
cochinitos, en donde se lamentaba mucho de su dicha y de su propio
destino. Era muy patético y sinceramente, me daba internamente los
motivos suficientes para salir de la desgracia colectiva en donde me
estaba relacionando.
En el
momento en que pago mis botellas, sucede algo que me hizo entrar
en pánico: Hubo un corte de electricidad en el sector. Estaba cerca de
la calle en donde había ocurrido la muerte que presencie y todas
las imágenes se concentraron en mi cabeza: La mujer, el charco, el humo,
los hoyos, el niño, la sonrisa macabra, la sangre que salia de su boca,
el motorizado, la ruedas que destrozaban los cuerpos, la huida hacia mi
casa, los disparos con las escopetas recortadas, la capucha y el chico
herido. Todos demandan de mi atención en mi mente, empece a palidar y
entre en shock.
Mis vecinos empezaron a notar progresivamente mi palidez y el susto, tanto como me dí cuenta que ellos me estaban observando y analizando. El vecino mas chismoso me tomó del brazo y me comento otro chisme pero, no pudo terminarlo completo cuando "los justicieros" entraron golpeando y amenazando a todo el mundo, para que le dijéramos a donde estaba "su enemigo".
Mis vecinos empezaron a notar progresivamente mi palidez y el susto, tanto como me dí cuenta que ellos me estaban observando y analizando. El vecino mas chismoso me tomó del brazo y me comento otro chisme pero, no pudo terminarlo completo cuando "los justicieros" entraron golpeando y amenazando a todo el mundo, para que le dijéramos a donde estaba "su enemigo".
Pasaron diez minutos y
todos teníamos una hematoma, ni la muchacha embarazada se había salvado.
Todos los justicieros tenían una kalashnikov como arma principal, un
pasamontañas negro que le cubría la cara y bastante armas grises que no
pude identificar. Había olores extraños y también muchos símbolos que
hacia de apología a la noche estrellada. Eran como anti-héroes, que
podía quitarnos la vida, por sus creencias.
Después
vi mucho humo, olores penetrantes y como los cascos de las balas caían
en el suelo. Era como un chorro, y ese sonido penetrante con su color
tan brillante era tan tenebroso como mágico. Las caras de aquellos que
disparaban eran como los monstruos, eran salvajes. En un momento a otro
uno de esos chicos nos apunto y nos obligo a meternos en el local.
Cerraron la puerta y toda la comunidad incomoda, sin luz, estaba
aterrorizada por lo que veía. En ese momento, ya me había apropiado de
una cabilla.
No pasamos mucho
tiempo encerrado: Los justicieros abrieron las puertas del negocio a
donde estábamos casi secuestrados y nos obligaron que fuéramos a
nuestras casas a la que obedecimos diciplinadamente. Fuimos como
cucarachas, todos corriendo en sentido disperso, chocando con los
cuerpos sin vida tirados en la calle, a la luz de la luna. Algunos
muchachos eran jóvenes, otros con caras deformadas y el resto sin caras.
Todos parecían cubrirlos con una neblina y las calles parecían haber
estado mojadas después de una lluvia.
Y
llegué a esa calle, a donde vi aquel terrible espectáculo. Corrí por
allí y me puse los lentes de pastas que tengo. Estaba sudado, con una
cabilla en la mano, ebrio y paranoico. Caminé después de correr un rato y
a lo lejos se prende un foco. Era un foco de motocicleta que venía a
alta velocidad. Y me acordé del momento: era la moto de aquel día en que
no me pudo matar. Agarré mi cabilla y me puse en una posición de bateo,
esperando a que la moto cobrará de mi vida, pero también dejarle una
marca mía. Cuando llegó realmente cerca, le dí como si fuera un gran
batazo a lo que esta viniendo.
Recuerdo,
que volé por los aires y choque con un carro, en donde inmediatamente
produjo una alarma. Agarré esa cabilla, me levanté con mucho dolor y
me fui lo más rápido a mi casa, después de haber enfrentado a esa
pesadilla que me atormentaba cada noche.
Llegué a mi casa, me bañe y dormí.
Cuando
salí al día siguiente, mis vecinos me veían como héroe nacional, de los
pocos que habíamos sobrevivido a esa noche. La mayoría de los
justicieros murieron, como muchos de otras bandas. En
el periódico popular, había aparecido solo "enfrentamientos de bandas"
que según decía que dejó en saldo poco muertos, pero el otro periódico o
"radio bemba" me dijo - En esta calle murió el jefe de una banda "tal". Murió parece que de un
batazo, estaba en su moto y lo recibió, causándole un accidente mortal - Alli, me paralice. Continuo el chismoso - Aquí los policías averiguan, por que era el hijo del jefe civil
El relato es ficción, la moraleja y las entrelineas, no.
Escrito por: Maharba Fulov (J. A. Barreno)
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